Queremos ayudarte a preparar tu Primera Comunión y para ello te proponemos transitar un camino de 40 días de preparación. Cada día podrás completar un pequeño desafío que te ayudará a entender mejor la Santa Misa y preparar tu corazón para recibir a Jesús Eucarisstía. Además, te acercamos numerosos recursos -canciones, películas, videos, historias- que te ayudarán en el camino. ¡Adelante!

Prepará tu corazón para la Primera Comunión con un desafío diario inspirado en los distintos momentos de la Misa. Incluye:

  • Tablero para colorear
  • Folleto con la propuesta de cada día
     
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Películas y series
  • Catequizis
    Más de 50 capítulos de aproximadamente 5 minutos que nos ayudan a aprender más sobre la catequesis de una manera muy divertida.
  • El Gran Milagro
    Una película animada que, al mismo tiempo que relata las historias de tres personas en crisis, muestra el impacto de la gracia De Dios y de las influencias espirituales durante la Santa Misa
  • Marcelino, pan y vino
    Marcelino es un huérfano que crece en un monasterio. Un día, cuando come en su habitación, le da un poco de su pan a una figura de Jesús, la cual se lo come. Obteniendo un deseo por su donación, Marcelino desea ver a su madre.
  • Mi primera comunión
    Capítulo de la serie "Mi ratito con Jesús" en el que los niños se preparan para su Primera Comunión.
  • Valivan
    "Los invitados que se excusan" es el título del capítulo de Valivan que narra la parábola de los trabajadores de la viña que nos ayuda a meditar sobre el Banquete Eucarístico.
  • El tesoro más grande
Canciones

Te acercamos una playlist con canciones que hablan de Jesús Eucaristía.
Te invitamos a escuchar atentamente la letra de cada una de ellas y aprender alguna.
¿Cuál es tu favorita? 

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Vidas de Santos
Carlo Acutis
San Tarcisio
Tomás de Aquino
Manuel González
Milagros eucarísticos

Conocé la web diseñada por Carlo Acutis para dar a conocer los milagros eucarísticos que se han dado en todo el mundo. 

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Oraciones
  • Examen de conciencia

    CONTRA DIOS

    • Me olvidé de rezar
    • Rezo sólo para pedir y no para agrradecer
    • No fui a Misa los domingos
    • No tomé en serio las cosas que tienen que ver con Dios
    • Oculté en anteriores confesiones un pecado por miedo o vergüenza (decir cuál fue)
    • Me enojé con Dios cuando algo me salió mal 
    • No participo con entusiasmo de la catequesis

     

    CONTRA EL PRÓJIMO

    • He peleado (decir con quienes, por ejemplo, hermanos, amigos,...)
    • He sido envidioso
    • He sido egoísta
    • He sido rencoroso
    • No ayudo a los que me necesitan
    • Hice renegar a mis padres
    • No fui obediente
    • Falté el respeto a los demás
    • Fui caprichoso
    • Robé, me quedé con algo que no es mío
    • Mentí
    • Hice trampa en el juego o en el estudio
       

    CONTRA MI MISMO

    • No cuidé mi salud
    • No cuidé mi higiene personal
    • Vi ponografía
    • He sido impaciente
    • Me he insultado a mí mismo cuando algo me salió mal
    • No cumplí mis responsabilidades como estudiante
    • No ejercité todas las capacidades que Dios me dio.
  • Pésame

    Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho mas me pesa, por que pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como tú. Antes quisiera haber muerto que haberte ofendido. Propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocaciones próximas de pecado. Amén.

  • Yo confieso

    Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.

  • Gloria

    Gloria a Dios en el cielo,
    y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

    Por tu inmensa gloria te alabamos,
    te bendecimos, te adoramos,
    te glorificamos, te damos gracias,
    Señor Dios, Rey celestial,
    Dios Padre todopoderoso Señor,
    Hijo único, Jesucristo.

    Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
    tú que quitas el pecado del mundo,
    ten piedad de nosotros;
    tú que quitas el pecado del mundo,
    atiende nuestra súplica;
    tú que estás sentado a la derecha del Padre,
    ten piedad de nosotros;
    porque sólo tú eres Santo,
    sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
    con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

    Amén.

  • Comunión espiritual (1)

    Creo, Jesús mío,
    que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
    Te amo sobre todas las cosas
    y deseo recibirte dentro de mi alma.
    Pero como ahora no puedo hacerlo sacramentalmente,
    ven al menos espiritualmente a mi corazón.
    Y como si ya te hubiese recibido,
    te abrazo y me uno del todo a Ti.
    Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.

  • Comunión espiritual (2)

    Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los Santos.

  • Oraciones secretas del sacerdote
    • Antes de proclamar el Evangelio: Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio.
       
    • Tras la lectura del Evangelio: Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
       
    • Al mezclar el vino y el agua: El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
       
    • Después de presentar el pan y el vino, el sacerdote se inclina: Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.
       
    • Antes de comulgar el sacerdote: El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna. 
       
    • Antes de comulgar el sacerdote (opción 2): Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
Lecturas recomendadas
  • Las codornices y el maná (Ex. 16, 1-15)

    Luego partieron de Elim, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí.

    En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón.

    «Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea».

    Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley.

    El sexto día de la semana, cuando preparen lo que hayan juntado, tendrán el doble de lo que recojan cada día».

    Moisés y Aarón dijeron a todos los israelitas: «Esta tarde ustedes sabrán que ha sido el Señor el que los hizo salir de Egipto,y por la mañana verán la gloria del Señor, ya que el Señor los oyó protestar contra él. Porque ¿qué somos nosotros para que nos hagan estos reproches?».

    Y Moisés añadió: «Esta tarde el Señor les dará carne para comer, y por la mañana hará que tengan pan hasta saciarse, ya que escuchó las protestas que ustedes dirigieron contra él. Porque ¿qué somos nosotros? En realidad, ustedes no han protestado contra nosotros, sino contra el Señor».

    Moisés dijo a Aarón: «Da esta orden a toda la comunidad de los israelitas: Preséntense ante el Señor, porque él ha escuchado sus protestas».

    Mientras Aarón les estaba hablando, ellos volvieron su mirada hacia el desierto, y la gloria del Señor se apareció en la nube.

     Y el Señor dijo a Moisés:«Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: «A la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios».

    Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío alrededor de él.

    Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra.

    Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: ¿Qué es esto?». Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: «Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento.

  • El Señor es mi Pastor (Salmo 22)

    El Señor es mi pastor,
    nada me puede faltar.

    El me hace descansar en verdes praderas,
    me conduce a las aguas tranquilas
    y repara mis fuerzas;
    me guía por el recto sendero,
    por amor de su Nombre.

    Aunque cruce por oscuras quebradas,
    no temeré ningún mal,
    porque tú estás conmigo:
    tu vara y tu bastón me infunden confianza.

    Tú preparas ante mí una mesa,
    frente a mis enemigos;
    unges con óleo mi cabeza
    y mi copa rebosa.

    Tu bondad y tu gracia me acompañan
    a lo largo de mi vida;
    y habitaré en la Casa del Señor,
    por muy largo tiempo.

  • La primera comunidad (Hch. 2, 42-47)

    Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.

    Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos.

    Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno.

    Intimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.

  • Discurso del Pan de Vida (Jn. 6, 30-59)

    Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo».

    Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo».

    Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan».

    Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día».

    Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: «Yo he bajado del cielo»?

    Jesús tomó la palabra y les dijo: «No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: "Todos serán instruidos por Dios". Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».

    Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?».

    Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».

    Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
     

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